lunes, 23 de septiembre de 2013

Las mentiras de un montonero “arrepentido” – Por David Rey

Sección: Informe especial
El señor Héctor Leis les pide a los militares que hablen. Pareciera no tener en cuenta que aquellos que hoy podrían hablar del lado Montonero por ejemplo,  son los que se salvaron de ser asesinados por la organización terrorista que él integró.
Héctor Ricardo Leis es una voz que necesitaba escucharse, sin duda alguna. Su testimonio arroja un manto de luz al respecto de abstrusas cuestiones del pasado que aún configuran una herida abierta en el alma del sentir nacional. Con setenta años, en silla de ruedas y radicado en Brasil (donde se nacionalizó en 1992), Leis es el autor de un “Testamento de los años 70”, donde se sincera al respecto del significativo accionar de las facciones guerrilleras de entonces. Militante montonero, según ilustra en el mismo libro, se exilió en Brasil en 1976. <y nueve años me jubilé como profesor en la Universidad Federal de Santa Catarina>>, explica, quien además posee una maestría en ciencias políticas y otra en filosofía [en minúsculas en el original].
Y podríamos creer que se trata de un montonero “arrepentido”, más allá de que él mismo lo niegue porque <> (?). Ya que en diversos artículos – generalmente publicados en el matutino porteño La Nación – Leis dice proponerse “el bien común” y “no creer más en la verdad violenta del pasado”, todo parece indicarnos que su pensamiento no estriba en otra cosa que en lo manifiesto. No obstante, luego de padecer el “infortunio” de leer una columna suya titulada “Los militares tienen que romper el silencio” [La Nación, 02/09/13], motivos de sobra tengo para pensar que detrás de sus sentidas palabras prevalece cierto vicio setentista que no deberíamos dejar pasar por alto.
Qué dice, cómo piensa
En resumen, el autor dice que los militares presos tendrían que hablar, que confesar ya los crímenes que cometieron, pues en definitiva nada les va a devolver la libertad.<>, señala, sin explicar a qué se refiere con lo último. Seguidamente, les propone que <<den información sobre el destino de los desaparecidos y de los niños entregados en adopción>>, les reprocha vivir <(y que) se criaron en una cultura de orgullo y superioridad que aún persiste>>. También se da lugar para una última chicana: <>.
Con argumentos de esta naturaleza, es más probable que nos invadan los marcianos a que Leis consiga “el bien común” que se propone. Lo único que le faltó poner (o que algún editor de La Nación consideró oportuno retirar) es que los militares presos se relamen en su maléfica felicidad y que están todos a la espera de que los venga a buscar un platillo volador.
En qué se equivoca
Sería sumergirnos en una discusión muy exhaustiva abocarnos aquí al tema de “los bebés robados”. Aunque seguramente en su “testamento” Leis explicará muy bienque los guerrilleros no sólo que falseaban su identidad (una de las hijas de Estela de Carlotto, llamada Laura, ostentaba como “nombre de guerra” el de “Rita”, por citar un solo ejemplo) de suerte que cuando, en combate, eran abatidos por los militares, mientras que era imposible identificar al caído, por otro lado tampoco era posible hacerlo con sus hijos (muchas veces utilizados a modo de escudo humano). Cierto es que hubo criaturas halladas en completo desamparo ante la muerte de sus padres, las cuales – ante la ausencia de familiares – de inmediato fueron destinadas a la Casa Cuna para finalmente ser adoptadas por distintas familias.
De aquí que sólo 78 personas figuran hoy como “recuperadas” por la organización Abuelas de Plaza de Mayo de los supuestos 500 bebés “robados” por los militares, aunque sin que haya absolutamente ningún respaldo documental que cerciore el guarismo presumido (2). Por otro lado, 227 niños han sido restituidos por las fuerzas legales a sus respectivas familias o autoridades competentes en los 70, según documenta el investigador marplatense Nicolás Márquez en su libro “La otra parte de la verdad” (3). En su editorial en La Nación, Leis insiste con que la Junta Militar instruyó un “plan sistemático de apropiación de menores”, insinuación que – como vemos – no redunda más que en otro rimbombante disparate setentista. Leis – y toda su camada “idealista” – dicen una cosa; la historia – documentada, fehaciente – nos cuenta otra.
¿Qué está esperando, entonces, el autor de “Testamento de los años 70” que confiesen los militares presos al respecto del fetiche de los bebés “robados”? El montonero presume la idea de un “pacto” o de una “sectarización” entre los soldados presos… ¿No sería más razonable pensar que ninguno quiere incurrir en la farsa de decir que ocurrió algo que sencillamente no ocurrió? En fin… ¿cómo demostraría un soldado que hubo un “plan sistemático de apropiación de menores”? ¿Acaso alguien pudo demostrarlo? Por otro lado… al respecto del destino de los desaparecidos… ¿no le parece a Leis que si alguno de los 1500 militares presos pudiera alivianar su condena (al menos para no morir lleno de moretones como el General Videla) diciendo “están en tal lado”, no lo hubiera ya hecho alguna vez? Si bien hay que reconocerle al nacionalizado brasilero que no subscribe al cada vez más decaído mito de los 30 mil, poco aporte hace a la verdad histórica pretendiendo una respuesta sobre los desaparecidos que nadie la tiene. Interesante sería que se lo pregunte a los “aparecidos” que aún figuran como desaparecidos en el listado de la CONADEP.
¿Y qué hay de la autocrítica montonera?
Leis entiende que “del lado” militar no hay autocrítica, aunque sí la hay del lado guerrillero. Seguramente en Brasil, por ejemplo, no tuvo una gran difusión el libro “Disposición Final”, en que el periodista entrerriano Ceferino Reato desarrolla una extensa entrevista al General Videla; por otra parte, debido a sus setenta años, el montonero poca cintura tendrá en materia de tecnología e internet, por lo cual tampoco habrá accedido a las muy interesantes entrevistas que la revista española Cambio 16 también realizó al ex presidente militar, quien aseguró tener “un peso en el alma” al respecto de los mentados desaparecidos. Como mucha gente más, lo que Leis no ve ni escucha… es lo que no quiere ver ni escuchar.
Al respecto de la “autocrítica” que viene del lado guerrillero… si el mismo Leis dice “no estar arrepentido” de haber sido un criminal, no pretendamos dar con mucha mayor esencia.
En fin, no es de fiarse mucho que digamos la autocrítica montonera toda vez que ninguno de ellos ha sido juzgado y condenado por los crímenes que cometieron tanto durante la democracia como durante el Proceso, sino que – regodeados en la más completa impunidad – muchos de ellos hoy se las tiran de “santitos”, luego de cobrar jugosas sumas de dinero en concepto de haber atacado nuestro Ejército y de haber pretendido implantar una dictadura totalitaria de tinte comunista.
Si bien podría considerarse valioso su “testamento” para una comprensión integral de nuestra historia reciente, es muy cómoda la postura desde la cual el señor Héctor Leis les pide a los militares que hablen. Pareciera no tener en cuenta que aquellos que hoy podrían hablar son los que se salvaron de ser asesinados por la organización terrorista que él integró; pareciera descartar de plano que mucho no hay para decir cuando, en tiempos de paz, han sido juzgados por una corte incompetente en cuestiones de tiempos de guerra; pareciera no darle “bolilla” al hecho de que hayan sido condenados por crímenes que sencillamente no cometieron.
Les pide que hablen… ¡y para qué! Si cada vez que un militar dice algo, al rato absolutamente todos los medios se dedican a deformar cualquier cosa que diga, como asimismo no tarda la Justicia en “encontrarle” una causa pendiente por la cual le suman veinte años más de condena o sencillamente los meten presos (yo mismo me encuentro, con frecuencia, con que muchas personas no aceptan ser mí entrevistadas en función de que “eso” los “complicaría”).
Conclusión
Héctor Leis es una voz que necesitaba escucharse, por supuesto. Su testimonio puede servirnos a los investigadores para llegar más al centro de la cuestión. Pero, además, es una voz que necesitaba escucharse para que sepamos que, en función de lo que dice, son ellos – los montoneros, y no los militares presos – los que todavía viven “en ese Estado imaginario” (la patria socialista) donde aquél que defendió su país es un criminal y aquél que la atacó es un héroe. En fin, es una voz que necesitaba escucharse para que los argentinos tengamos bien presente una cosa: el zorro pierde el pelo, pero no las mañas. (4), (5)
(1) El próximo jueves 12 de septiembre a las 16 horas David Rey participará, en calidad de orador, en el homenaje de “La masacre de Rosario”, atentado terrorista perpetrado por Montoneros contra un colectivo que traía policías que volvían de cumplir con su trabajo en la cancha del club Rosario Central. 9 uniformados muertos, 2 civiles muertos y una veintena de heridos graves fue el saldo de aquella tragedia.
Dirección donde se realizará dicho homenaje: Rawson y Junin (Frente del Shopping “Alto Rosario”)
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domingo, 15 de septiembre de 2013

DE ESO NO SE HABLA

En nuestro programa radial, estuvo en nuestro estudio Ceferino Reato presentando su libro "Viva la Sangre"

http://www.ivoox.com/de-eso-no-se-habla-6-09-13-audios-mp3_rf_2358405_1.html

viernes, 13 de septiembre de 2013

Así mataron a Videla

http://www.youtube.com/watch?v=DfCvadF-vIA

Audiencia de juicio horas antes de su muerte. Ya fracturado de la cadera y sin atención médica

"¿Qué querés que le haga?" se le escucha decir al presidente del tribunal especial, ante el deplorable estado de salud del General Videla... aún así, jamás le dieron asistencia médica hasta al día de su muerte... ocurrido tres dos después de esta audiencia.. 

viernes, 6 de septiembre de 2013

Todo lo necesario para el triunfo del mal, es que los hombres de bien no hagan nada (Edmund Burke)

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EVALUACIÓN DEL CONCEJO DEL LICENCIADO  HECTOR R. LEIS A LOS MILITARES ARGENTINOS


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Dr. Mario Cadenas Madariaga

En el diario La Nación de la fecha, (2/9/2013, pag. 19), se lee una nota del Lic. Héctor Ricardo Leis, titulado “Los militares tienen que romper el silencio”, que a mi criterio es la noticia política más importante del día. Pero para  interpretarla correctamente debe leerse conjuntamente con la entrevista publicada por el mismo diario en Enfoques del 31/3/2013-

El autor es un intelectual argentino, que fue miembro del partido comunista  y luego de Montoneros, con una activa participación en las operaciones  subversivas, exiliándose en Brasil en 1977. Comenzó sus estudios universitarios en Buenos aires, pero se licenció en ciencias sociales en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y se doctoró  en filosofía en la Universidad Notre Dame. Fue  profesor en las cátedras de ingreso de las Universidades Nacionales de Buenos Aires y Rosario a partir de 1983 y posteriormente se radicó definitivamente en Brasil, siendo allí profesor en las Universidades de Río de Janeiro y de Santa Catarina.

Es autor de un libro recientemente publicado, titulado “Testamento de los años setenta”, que ha tenido gran trascendencia por la importancia de sus revelaciones sobre aquella organización subversiva. Es un crítico acervo de los errores y crímenes cometidos por las organizaciones terroristas, así como de la explotación mentirosa y artificial que el kirchnerismo ha hechos de aquellos hechos.

A pesar de que mi reconocimiento por el valor de sus revelaciones y opiniones a favor de la conciliación nacional, no participo de la recomendación del último articulo, porque pienso que previamente el gobierno argentino debe dar testimonio claro a favor de la defensa de las instituciones en la guerra de los años setenta y garantizar la libertad de los militares que lucharon en su defensa, teniendo en cuenta que los ex subversivos se hallan libres.


Primera observación: el consejo debería estar referido a ambos sectores de la guerra interna y además, haber sido cumplimentado por Vd.

Dr. Leis Vd. dice que no se arrepiente porque obró conforme a sus convicciones de la época, pero pide perdón, según sus palabras textuales. Sin embargo Ud. no confiesa los hechos de violencia que cometió, ni las personas que fueron víctimas de su crueldad, o como los hirió o mató.

¿Cuál es su consejo a los militares que intervinieron en la represión? ¿La que Ud. señala con su conducta?, es ¿no arrepentirse pero pedir perdón, en forma general? Parecería que no puede demandar más de lo que ofrece.

La inmensa mayoría de los militares invocaron siempre y en todo momento la obediencia debida, como una obligación propia de la condición militar que no los compromete personalmente con los actos que comete, porque no tiene la alternativa de desobedecer.  

Por eso el General Jorge Rafael Videla no invocó en su favor esa defensa,  sino que se hizo responsable de todo lo acontecido. Ante Dios debió arrepentirse de los excesos que se cometieron, como correspondía a su condición de creyente. 

Personalmente discrepó con Vd. Si Vd. mató o hirió para imponer una dictadura marxista en su país debe arrepentirse, porque obró mal, creyendo que podía disponer de la vida de sus conciudadanos para imponerles por el terror un régimen político contrario a sus voluntades. Bajo ninguna circunstancia puede justificarse su conducta. El arrepentimiento es la condición del perdón y la absolución.

También creo que los militares argentinos deben arrepentirse, si mataron o hirieron a guerrilleros prisioneros, o indefensos, por que la detención era suficiente para derrotarlos. Pero si lo hicieron en combate, cumpliendo órdenes,  tienen legitimidad. De cualquier manera, un arrepentimiento por la parte de la culpa que les pueda corresponder contribuirá a mejorar su alma y a saldar la deuda con sus semejantes.   
    
La desigualdad de tratamiento afecta la paz y la unidad nacional, como también la seguridad interna e internacional argentina.  

La Argentina tiene una larga experiencia en guerras civiles muy cruentas, pero lo fueron durante el período que los combates duraron, de tal manera que  finalizados estos, o a varios meses de su finalización, las persecuciones cesaban, aunque los sentimientos perduraran durante años. Seguramente las más cruentas fueron la de los unitarios y federales, pero sus efectos se extinguieron a diez años de Caseros, luego de los primeros años de la presidencia de Mitre.   

Nunca se dio con anterioridad, en la Argentina, que habiendo predominado un sistema político en el gobierno de la Nación, se encarcele a los hicieron lugar a su predominio, después de una guerra interna. Y más que eso, se de un tratamiento de verdadero castigo a las instituciones de los sistemas de defensa y seguridad que actuaron cumpliendo órdenes de los gobiernos, ya sea desde el punto de vista presupuestario, como de una desconfianza continuada hacia su adhesión a las autoridades vigentes.

Es perfectamente explicable que en estas condiciones no haya un sistema de seguridad interna ni externa ponderable en el país.

Tampoco se ha restablecido la paz en la Republica, porque no la hay para los militares y miembros de las fuerzas de seguridad y sus familias, que han intervenido en la represión ordenada por el Estado.

¿Es posible que en estas condiciones, Dr. Leis, se pueda pedir una contribución voluntaria a la parte perseguida, a mejorar la situación espiritual de los vencidos sin que de parte de las agrupaciones guerrilleras, y del Gobierno – oficialismo y oposición – haya un principio de ejecución del restablecimiento de la paz sobre la igualdad del estatus de los participantes de una y otra parte en la guerra interna de los años setenta.?.    

Actualmente a los defensores del sistema constitucional se los  encarcela y a los terroristas del marxismo  se los libera e  indemniza

A más de 40 años de la agresión iniciada por la subversión y de su represión ordenada por el gobierno constitucional de 1973/76, en la que unos trataron de imponer un gobierno marxista por la violencia y los otros lograron la victoria en defensa de nuestro sistema democrático tradicional, cometiéndose excesos por ambas partes, aunque el número de las víctimas fue mayor del lado vencido, como sucede en todas las guerras. En la década del noventa se logró un estatus similar para ambos contendientes, aprobado por el Congreso.

Pero, posteriormente con un cambio de gobierno producido en la última década, se impuso un nuevo criterio que modificó profundamente la situación, de forma tal que la represión del Estado fue considerada ilegal y excesiva, por haber violado los derechos humanos, en tanto los crímenes de la subversión no fueron sancionados, ni investigados, y sus participes y deudos  eran y son  objeto de indemnizaciones, con aprobación del Congreso, anulándose las leyes dictadas por un Congreso anterior.

De tal manera, los autores de atentar contra la Constitución y su régimen democrático y republicano, aliados con una potencia extranjera, eran exaltados por el heroísmo de sus conductas, e indemnizados.

La lógica de esta evolución sería comprensible si el régimen constitucional se hubiere cambiado y el marxismo rigiera en el Argentina, con su sistema de partido único, pero no siendo así, la sanción de unos y la exaltación de los otros es una profunda incongruencia, que encaja mas bien en una conducta de venganza, imposible de justificarse en un estado de derecho.          


Nada hace más contundente la parcialidad que la mentira de los 30.000 desaparecidos creada por el propio Gobierno.

En el orden internacional y en el orden interno es una verdad sabida y comprobada por la experiencia diaria de todos los ciudadanos,  que los índices del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de la Argentina, relativos a los precios minoristas están deliberadamente alterados a partir del 2008, por la intervención del organismo que responde a la Secretaría de Comercio Interior, dependiente de la Presidencia de la Nación. Esta alteración tiene una enorme importancia social, porque en base a ella se determinan el nivel de la pobreza y la indigencia y por tanto los subsidios que se dan a los sectores más necesitados de la población. Es una alteración que debe costar miles de vidas por año en nuestro país, por desnutrición, muertes silenciosas porque sus víctimas no tienen fuerza para protestar.

Esta materia, que esta fuera del tema de presente artículo -pero no de nuestra preocupación-  es ilustrativa sobre lo que es capaz de hacer el gobierno en defensa de sus objetivos. Pues bien, para demostrar que las muertes provocadas por la represión del estado argentino fue un genocidio, el kirchnerismo adulteró las cifras que se habían contabilizado en diversas investigaciones y lanzó una cifra cuatro veces mayor que la real: 30.000 víctimas y la propaganda oficial la distribuyó insistentemente, hasta convertirla en un conocimiento generalizado en la gran mayoría de la población. Esta información es la base de una política de derechos humanos totalmente falseada políticamente, -porque tiene otros objetivos que los planteados; filosóficamente –porque se invoca derechos humanos que no se defienden- y jurídicamente –por que no tiene las bases legales que se invocan-.  


Martínez, 2 de septiembre de 2013.

Nota ver mi libro “Argentina, la gran transformación necesaria”
Librerías en Capital Federal:
Macondo, Salguero 1833;
Platero: Talcahuano 485;
Circulo Militar Avda Santa Fe 750
UCA Avda Moreau de Justo 1400