domingo, 19 de octubre de 2014

DERECHOS HUMANOS Tras el rumor sobre una denuncia que me sindicaba como "hija de desaparecidos", ocho efectivos de la Prefectura, dos técnicas del Banco Genético y dos "testigos" irrumpieron en casa de mi madre, donde yo estaba de visita. Invocaron una orden del juez Lijo y durante cinco horas me acosaron. Querían sacarme sangre por la fuerza. Ante mi negativa, recolectaron las prendas íntimas, peines y cepillos que encontraron. Me encerraron y me intimaron a quitarme la ropa interior; creo que sólo la llegada de la Policía Federal (a la que llamó mi hermana) les hizo deponer su actitud. Si yo era supuestamente la víctima, ¿por qué no conocía la causa?; ¿por qué le negaban a mi abogada una copia de la orden judicial?; ¿por qué insistían en doblegarme si lo único que pedía era hablar con el juez para hacerme el ADN con un perito de parte? El 24 de septiembre fui citada al juzgado. Otra vez fui encerrada y acorralada. Ahora era el juez Lijo quien gritaba: "Irene no sale de acá si no deja una muestra". Cuando se me vinieron encima ni pensé, me saqué todo. Salir desnuda del despacho fue, aunque parezca exagerado, la única manera de recuperar mi libertad. Esto ocurrió a pesar de mi disposición para realizar un análisis de ADN, con la sola condición de que intervenga un perito de parte que garantice la no manipulación política de mis datos genéticos. Lo dispuso un juez, a pesar de haberle presentado un análisis de ADN, realizado en Madrid, con cadena de custodia que establece que en un 99,99% soy hija de Ernesto y Ana Barreiro. Si los supuestos defensores de los derechos humanos me han tratado así, ¿cómo hago para no vivir sumida en el temor, ante los niveles de daño de los que son capaces cuando se trata, como en mi caso, de la hija de un militar que combatió en los 70? Irene Paulina Barreiro DNI 26.816.224

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martes, 7 de octubre de 2014

 Homenaje a las Víctimas del Terrorismo
9 de octubre a las 19hs. Plaza "San Martín"

 Cnel Ibarzabal asesinado el 19 de noviembre de 1974, en pleno gobierno constitucional. Jorge Roberto Ibarzábal era un oficial del Ejército Argentino, que mientras se desempeñaba como jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, tras un ataque por la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue secuestrado y, luego de 10 meses de cautiverio, fue asesinado.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
                                                                                                                                                                              Cárcel del Pueblo donde pasó sus 10 meses de cautiverio
Tenía 35 kilos cuando lo asesinaron.
Su familia no tiene derecho a la verdad, justicia y memoria.

Sin concordia no hay futuro

Silvia Ibarzabal
La autora es vicepresidente de AFAVITA (Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Terrorismo en Argentina). Su padre, el Cnel. Jorge Ibarzábal, fue secuestrado y asesinado en noviembre de 1974 por el ERP
A nadie escapa que la política revanchista del Gobierno, ha colocado al país al borde de una nueva división social que probablemente, como en el caso de unitarios y federales, nunca se resolverá.
Esta es una de las pesadas e injustas herencias que se ha elegido dejarle a la sociedad, con una clara idea de venganza, que nada tiene que ver con un acto de Justicia.
Si ésta fuera aplicada con la coherencia y la moral que los tristes episodios de los años 70 ameritan, los familiares de miles de argentinos asesinados por el terrorismo, también deberían tener su tribuna y ser escuchados.
Resulta significativamente irritante, que ante el gran cumulo de evidencias existentes sobre el accionar subversivo, el Gobierno no admita la participación de organizaciones tales como ERP, Montoneros FAR, FAP y otras en los años 70.
Es evidente que para todos aquellos identificados con el rencor, el crimen, y el odio, la guerra continúa. Por eso rechazan toda idea de finalización del conflicto y, en cambio, alientan y movilizan su perpetuación, envenenando a las nuevas generaciones con falsificaciones históricas y mistificaciones jurídicas.
A más de 40 años de aquella violencia política, nos han vuelto a enfrentar. Nos han excluido del "relato".
Lo planteo porque lo he vivido. A mi padre lo asesinaron el 19 de noviembre de 1974, en pleno gobierno constitucional. Jorge Roberto Ibarzábal era un oficial del Ejército Argentino, que mientras se desempeñaba como jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, tras un ataque por la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) fue secuestrado y, luego de 10 meses de cautiverio, fue asesinado.
Él no tuvo derechos humanos, como tampoco los tuvo mi familia. Estaba en condiciones infrahumanas: drogado y amordazado en un cubículo de minúsculas proporciones, pesaba 35 kilos. Mario Roberto Santucho fue el autor ideológico; Enrique Gorriarán Merlo condujo el operativo; y lo asesinó una persona que hoy es homenajeada en el "Parque de la Memoria".
En las próximas elecciones, los argentinos elegiremos entre el odio que divide y la "concordia" que une.
En ese sentido, vale la pena recordar lo expresado por el Presidente de la República Oriental del Uruguay, José Pepe Mujica: "Hay que salir de la trampa del dolor. Las heridas abiertas de una guerra, sólo las puede suturar la alta política".

miércoles, 1 de octubre de 2014

ABRAZO AL PALACIO DE JUSTICIA
02/09/2014

Han pasado ya diez años desde la reapertura de los juicios, mal llamados de lesa humanidad, englobados en lo que se pretende llamar, la “política de derechos humanos” del gobierno. Desde ese entonces se mantiene bajo proceso a más de 1.800 personas, que en su momento fueron  empleados por las autoridades constitucionales y de facto de la Nación, para combatir el terrorismo guerrillero de los años 70. El promedio de edad  de las personas ilegalmente detenidas es de 72,4 años, pero hay muchos de más de 80 y hasta 90 años.  El 95% lo constituyen quienes, hace más de treinta años, eran jóvenes oficiales de las fuerzas armadas.  El 20% de los detenidos son suboficiales, civiles y ex conscriptos, tanto de las fuerzas armadas como de seguridad. Más del 60% no tiene aún condena.  En esta situación ya han  muerto procesados o en prisión 250 personas, por las cuales los jueces el día de mañana tendrán que dar explicaciones.
.Estas personas murieron víctimas de una injusticia que en nombre de la justicia pisotea los fundamentos de la legalidad. Murieron porque Jueces y Magistrados se dejaron instrumentar por un poder político sin convicciones, que reemplazó la legalidad de la república, por tribunales populares conducidos por mercaderes de los derechos humanos. Murieron, en definitiva, porque muchos magistrados no tuvieron la dignidad suficiente como para sobrellevar las presiones a las que fueron sometidos.
  Se han gastado cientos de millones de pesos en  estos juicios para llevar a cabo una venganza, en lugar de destinar ese dinero en combatir lla inseguridad, corrupción y narcotráfico que azotan a nuestro país.
Como al momento  de los hecho no existía  la calificación de “lesa humanidad” que, con sus gravísimas consecuencias rige hoy en día. La Corte Suprema de Justicia falló contra el principio de legalidad , uno de los pilares de la civilización occidental, que establece que nadie puede ser juzgado por una ley,, dictada con posterioridad a los hechos del proceso, esto lo hizo para llevar a cabo estos juicios arbitrarios  Desde entonces en nuestro país comenzó a derrumbarse el Estado de Derecho.
Paralelamente se derrumbó,, la prescripción, la cosa juzgada, las amnistías y los indultos, y más tarde se les negaron las excarcelaciones, el principio de la ley más benigna, la educación en las prisiones, las salidas transitorias, la detención domiciliaria a mayores de 70 años o enfermos, condenándolos a la pena de muerte, sabiendo perfectamente que las cárceles de nuestro país  no están prepradas para albergar a  gente de esa edad.
Los primeros jueces que otorgaron beneficios legales a estos acusados, recibieron de parte de miembros del gobierno, pedidos de juicio político. Y los que no encarcelaban, recibieron “escraches” en sus domicilios.  La Corte Suprema, enrolada expresamente según su Presidente, Ricardo Lorenzetti en esta “política de Estado”, ha cerrado la posibilidad del juzgamiento de los guerrilleros
Los jueces son la reserva última con que cuentan los miembros de la sociedad, por eso ellos deben ser competentes, imparciales e independientes del poder político de turno. Ningún hecho jurídico puede ser política de estado. 
 El poder ha caído en el peor de sus defectos: ser fuerte con el débil y débil con el fuerte. La política de “derechos humanos” ha sido la del prestidigitador, agitando una mano para llamar la atención del público, mientras la otra se lleva las monedas de los apostadores. La gente seria y honesta que se ha preocupado siempre por una verdadera política de derechos humanos, lo sabe perfectamente
Señores Magistrados… respeten la constitución nacional y apliquen la ley… no se dejen manipular por el poder político de turno, que tanto daño le ha hecho a nuestra querida república.
 Tenemos que comprender que la guerra ha terminado y que somos nosotros, los argentinos del trabajo y del silencio, quienes tenemos la responsabilidad de construir un futuro donde el amor por nuestros semejantes reemplace la cultura del odio y el rencor.